Friday, August 28, 2009

BRUJERIA

El corazón de los elementos proseguía en su infinito palpitar monótono, fuego, aire, agua y tierra aunándose en la superficie silenciosa de la noche. José y Miguel, dos hermanos unidos por la fuerza y la fatalidad del destino, hablaban intensivamente acerca de sus vidas amorosas, sentados alrededor de una fogata a la luz de la luna. Tres bellos murciélagos cruzaron volando el firmamento, y José, por ser el menor, se llenó de susto. Mas tarde una lechuza y un par de búhos cantaban desde la distancia, dándole a la noche un toque mágico y escalofriante. La brisa sacudía las palmas del rancho y el candil peleaba por no perder la llama. Vivían solos en las faldas del Cerro Verde chapín. Eran trabajadores campesinos, de pura ley y tradición. Los dos estaban enamorados de la misma mujer, pero la hembra no mostraba interés por ninguno de los dos, cosa por la cual sufrían en silencio. Al darse cuenta que ambos deseaban a la misma mujer, José, el menor, desistió de su interés para dejarle el camino libre a Miguel, su hermano mayor. Sin embargo, su amor por Chabela era sincero y de ley.

Al pasar del tiempo, Miguel desesperado por no lograr conquistar el corazón de Chabela, decide ir a visitar al brujo Melquiade para que le aconseje en cosas del amor. Después de caminar por largas horas, Miguel por fin llega a casa del brujo. José lo sigue a diez pasos detrás.

-Sientense mucha- dice Melquiade sentado frente al altar de la Virgen del maleficio. -Qué les sirvo hijos, la oración del puro o el muñeco de cera?-

Miguel no entendía nada, y José se puso grave.

-Una muñeca con alfiler en el mero corazón para que solo me quiera a mi- dijo con voz temblona Miguel.

José se sobresaltó aun mas al ver como las varas del techo se habían hecho culebras que jugaban deslizándose por los costados. Horrorizado aguanta la respiracion y no encuentra que hacer.

-No se espante mucha: son las cascabeles que tengo para que se coman los ratones. No hacen nada, son mancitas como gatos.-

José se levanta y le dice a su hermano mayor:-Mira Miguel nuestra madre no nos crió para ser gente mala, acuerdate de sus consejos.- Yo mejor me voy. A mi no me gustan estas pendejadas. Soy hombre de ley-

Desde aquel día se separaron para siempre. Miguel puso en practica todas las lecciones del brujo Melquiade al pie de la letra. Para conquistar a Chabelita la muñeca, y para que lo quisiera solo a él, el puro.

Un día mientras José caminaba por el bosque, cerca del río, escuchó unas voces diciéndose secretos en la rivera. El cielo estaba disgustado y oscuro, una tormenta se anunciaba en el horizonte. La llovizna comenzó a descender pero aun así el sonido de labios besándose apasionadamente se hacía presente. No pudo contenerse, y a medida que la lluvia incrementaba, una nube espesa de celos, mucho más tormentosa y escandalosa que la del cielo, lo cegó. Llegó trémulo, y los cachó infraganti en el acto. Sin decir palabras clavó su daga de un golpe.

La tormenta de ese día, saturó el mundo con su furia imponente, sin alterar un ápice los azares del destino. El río poderoso arrastraba, entre el lodo, leña y desperdicios, dos muñecos infelices con un alfiler clavado en la boca del corazón.

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