Tuesday, May 12, 2009

Manolo Machudo: "El Primerizo" (cuento corto humoristico).


Durante toda su vida fue el típico ejemplar machista latinoamericano: homo fóbico hasta la cresta. No podía ver a dos hombres bromeando ya que inmediatamente los acusaba de ‘mariquitas' o como al él le daba más gusto llamarlos, ‘putos." Su aversión de todo lo nuevo en cuanto a modas, comportamientos, filosofías y todo cambio cultural le causaba nausea y espanto. Ni siquiera aceptaba ver a dos mujeres caminando de la mano pues sin ninguna traba les gritaba en público "!lesbianas de mierda busquen macho!" A decir verdad, Manolo Machudo era medio hijoeputa, aparte de ser un fanático religioso empedernido. Hugo Chavez y Fidel Castro eran sus dos ídolos en la política, los adoraba como a dioses griegos. Elthon John y Juan Gabriel sus dos cantantes de almohada, odiaba a Paquita la del Barrio y la acusaba de travesty.

Ahí estaba sentado, ya llevaba más de una hora sudando profusamente. Pensamientos de huida le inundaban la mente. Tanto que se había cuidado y ahora estaba a punto de ser, según él, violado. Los minutos mellaban su paciencia pero ya todo estaba decidido y había que sacrificar su ciego orgullo machista sobre la piedra angular de la salud. "Que cagada," pensaba aturdido. "Nadie se debe de enterar de este minúsculo incidente." " Y que tal si me envicio?"

Ya adentro del cuarto, Manolo como pudo trató de controlar su agonía. Tomó una bocanada de aire, se bajó el pantalón lentamente con temor sin base y descansó sus manos sobre la camilla de sabanas blancas. Por un segundo, intentó leer el letrero en la pared frente a él con instrucciones de primeros auxilios con el afán de ausentarse mentalmente durante todo el proceso. No lo podía creer. Mientras tanto, la fémina de puesto experta en el asunto inventaba chistes oportunos para aminorar la tensión del pobre Manolo, pero él no cedía. Se notaba cierta palidez y piel erizada en cada pliegue de las nalgas flacas y planas de Manolo, quizás producida por el frío de la habitación o por el encogimiento que le causaba lo embarazoso de su posición. Parado, abrió sus piernas y empinó el trasero mientras que echaba hacia delante su pecho de macho herido. Se persignó tres veces, cerró los ojos y esperó la estocada invernal que le arrebataría, según él, su honra.

A todo esto, la fémina vestida de blanco se arreglaba un guante látex azul claro en la mano derecha asegurándose que cada parte estuviera perfectamente bien ajustado a los rechonchos dedotes. Prosiguió a hundir el dedo índice en una rara crema que parecía vaselina, y sin preámbulos o previo aviso se lo introdujo de una a Manolo en el ano. Un leve quejido de primerizo se hizo presente, mas no se detectaba si era de dolor o de placer. Manolo trabó los ojos como fiera en extasy. Un suave sentimiento de culpa estremeció sus rodillas y se tumbó mas cómodo.

"Si experimenta deseos de orinar no se preocupe que es normal," dijo la del uniforme con acento medico y una leve sonrisa de satisfacción en los labios. Era su primer hombre, se le notaba en su sádica expresión facial, disfrutaba del acto.

Sin embargo, Manolo apenas escuchó la advertencia. Estaba en el valle imaginario de la decepción procurando no pensar o quizás no sentir aquel grueso dedo frío que como supositorio con vida propia se movía de lado a lado examinando su virgen próstata. Nunca nadie le había visto su culito velludo, ni siquiera su mujer. A él le causaba un pudor enfermizo la idea de auto inspeccionarse su propio ano, según su tabú personal, eso era cosa de gays. O sea que en pocas palabras no se conocía ni su propio culo de aprendiz de burgués machudo. La doctora advirtió el síntoma de timidez y no dijo nada pero le recomendó una afeitadita anal de vez en cuando. Por lo visto, el panorama no lucía muy óptimo.

Días más tarde después de este encuentro, Manolo dejó de ser el mismo de antes y nunca le mencionó a ninguno su iniciación en el famoso club de los cincuenta años de vida: El famoso siempre pospuesto examen de la prostata.

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