Thursday, March 12, 2009

Pancho Rancho y Emiliano Zabota


Pancho Rancho caminaba taciturno por la orilla de la playa de la Isla de Coney en Brooklyn cuando de repente observó volando sobre él, bastante bajo, dos enormes helicópteros que se dirigían al aeropuerto internacional JFK. En ellos iba el Papa Benedicto XVI que había llegado a Nueva York a celebrar el 200 aniversario de la arquidiócesis de la Gran Manzana, era el mes de Abril del 2008. Pancho, a partir de este episodio seráfico, juraría y aseguraría con su vida que vio al Papa mirando hacia abajo desde su ventana, y que de alguna forma mágica hicieron contacto de ojos. El lo sintió y lo vivió, pero nadie le creía. No por que fuera mentiroso sino por que las probabilidades del hecho eran casi milagrosas. La brisa de la playa salpicaba el aire, y las huellas en la arena que Pancho dejaba al caminar, se borraban luego por la leve brocha del viento.

-Yo vi al Papa en su Papa-coptero- Juraba y perjuraba. Unos no creían y los mas dudaban.

Pancho Rancho era una especie de filósofo callejero, donde la sabiduría de la vida antecedía la sabiduría de los libros, o mejor dicho, la teoría. De padre Salvadoreño y de madre puertorriqueña, había a prendido desde temprana edad a ser independiente en su forma de pensar, cuestionar y analizar todo cuanto leía y observaba, luego lo pesaba prudentemente: Tesis, antitesis y síntesis la formula Hegeliana era su mas fiel aliada. Se daba cuenta que después de llevar a cabo esta trinidad, la síntesis, mas tarde, daba forma a otra tesis, antitesis y una nueva síntesis, ad infinitum. Era así como el conocimiento de la humanidad había evolucionado, de bloque en bloque, de preguntas y respuestas que habrían la ventana para más preguntas y mas respuestas, por lo menos eso era lo que Pancho había deducido de sus andancias por la universidades de la vida. Tenía 40 años de edad y una maestría en antropología universal y una licenciatura en literatura comparativa. Se auto llamaba El Filosofo del Pueblo y como era de esperarlo, la locura siempre andaba a un paso de él, o quizá él andaba un paso adelante de ella, no recuerdo muy bien. Simulaba un Quijote moderno y tierno, y caminar por la playa era su Fen Chui, su Yoga matutino.

Y como no existe Quijote sin su Sancho Panza, Emiliano Zabota, otro soñador e incansable ávido buscador de 20 años, era su fiel pupilo y acompañante. Emiliano era el único que le creía a Pancho el cuento del Papa, pero a su vez, lo empujaba hasta sus estribos con sus preguntas honestas e indiscretas. Discutían por aburrimiento más que por mala leche, y los temas discutidos cubrían todos los ámbitos de la vida, pero el tema favorito de Emiliano Zabota era la política, terreno en el cual Pancho Rancho no le gustaba entrar por que siempre terminaban discutiendo. Ambos adoraban el Rap y el Rock & Roll, la cumbia, la salsa, merengue y la bachata.

-Hablar de política y religión entre amigos siempre termina en enemistad- Decía Pancho todo el tiempo. Sin embargo, movido por una morbosidad imperceptible, siempre terminaban hablando precisamente de esos temas, y siempre terminaban contendiéndose. Siempre discutían largamente en lenguaje vernáculo y eso sumaba humor y credibilidad callejera a sus diálogos.

-¿Óigame don Pancho, que pedo con este presidente que tenemos ahora aquí en los Estados Unidos? ¿No cree usted que este culero está plagiando el comportamiento de otros dictadores Latinoamericanos? Ha violado varios artículos de la Carta de Derechos con la premeditada excusa que hay que exterminar a los terroristas. Ha pisoteado nuestros derechos civiles, y el congreso con una bolsa de kaka en los pantalones, asustado como puta en un boulevard de falos, se tumbó y se dejó coger por este gran cabron de cabrones.¡Estamos chingados! Somos nosotros los que necesitamos protección de este criminal de guerra, y rey del embuste- Dijo Emiliano con su perfecto acento Cholo, tratando de instigar a Pancho, tratando de escuchar su veredicto del asunto.

Pancho Rancho, con la tranquilidad y la añoranza que inspira escuchar La Borinqueña, sabia muy bien para donde iba todo aquel desmadre, y para ensayar al Emiliano, o evadir la platica, le dijo en seco: ¿De que vergas hablas, estimado trouble maker? ¿A cuales artículos de la carta de derechos te refieres?

-Todo se ha vuelto paranoia. ¡Que mierda! Yo no puedo creer que usted no este al tanto, no se me haga el pendejo que usted sabe muy bien a lo que me refiero.-

-Ya vas con tus babosadas otra vez. Si quieres que te diga por que putas no me preguntas directo, sino que me andas siempre por las ramas a lo antropoide. Presiento que no sabes exactamente cuales son esos derechos que dices que el presidentito Jorgito Arbusto ha violado. De no ser así, ya me hubieses escupido la cara enumerándolos uno a uno. Y como dicen en la tierra de tus abuelos, “!pregúntame cabron, pregúntame sin miedo? ¿Hablas acerca del espionaje que este hijo e mil putas ha desatado en toda la nación y rincones del planeta? ¡Cierto? ¡También te refieres acerca de los vestigios de su fanatismo religioso evidente en muchos de sus speeches, verdad?-

Como siempre, Pancho adivinaba los pensamientos y motivos ulteriores de Emiliano, y sin más prosiguió a ilustrarlo. Aquí están, para que dejes de joder de una vez, y por favor no hablemos de política, sí.

Artículo Primero

El Congreso no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del Estado o se prohíba practicarla libremente, o que coarte la libertad de palabra o de imprenta, el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente y para pedir al gobierno la reparación de agravios.

Artículo Cuarto

El derecho de los habitantes de que sus personas, domicilios, papeles y efectos se hallen a salvo de pesquisas y aprehensiones arbitrarias, será inviolable, y no se expedirán al efecto mandamientos que no se apoyen en un motivo verosímil, estén corroborados mediante juramento o protesta y describan con particularidad el lugar que deba ser registrado y las personas o cosas que han de ser detenidas o embargadas.

Cuando Pancho Rancho había terminado su cátedra iluminadora y redentora, Emiliano Zabota, fiel a sus marranerías, le improvisa un golpe verbal fatal. Todo con la noble intención de desviar la atención y ahorrarse agradecerle a su perito, que no es lo mismo que perrito. O tal vez con la jodarria propicia y el humor oscuro de sus debates.

-Oiga don Pancho, ¿usted ‘ta seguro que vio a Benedicto XVI ese día en la playa? Es que desde entonces usted ya no es el mismo, lo veo como apendejado, taciturno, todo el tiempo pensativo. ¿No será que se me esta volviendo loco compa, se le están pelando los cables? Como que se le quiere ir el avión. ¿Que ondas? ¿Que cree usted mi respetado metafísico? Se esta ponienedo un poco loquillo mi estimado gusano-de-libros. I worry too much por usted, I think you might necesitar ayuda.

Pancho Rancho lo miró profundamente a los ojos, aguantando sus emociones con mayusculos deseos de darle un buen bofeton, y le dijo un poco colérico: “Nuestra conversación ha terminado por hoy Emiliano. ¿Por qué tienes que inmiscuir la religión y la politica en nuestras platicas, fucking guy? ¿Por qué que tienes que dudarme culero? ¿Sabes que? Vete pa’ la verga, como se dice en Puebla-York.”

Ambos partieron por rutas distintas, pero tarde o temprano, Emiliano Zabota sabía muy bien donde encontrar a Pancho Rancho: En la bella playa de Coney Island, su hogar favorito.

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