Thursday, March 12, 2009

Una Noche Angustiosa en Los Niuyores


Golpean las olas a ritmo sonoro y ceniciento sobre las playas de Coney Island y Brighton Beach, Brooklyn. Caminar sobre la arena a pies desnudos es uno de mis gustos mas repetidos. Siempre vengo a recorrerlas cuando estoy triste, cuando estoy alegre, cuando quiero humear, cuando quiero olvidar. Creo que siendo signo Escorpión me ha caído bien vivir cerca de la playa, aminora mis trastornados estados de ánimos. Aquí voy hoy, bien loco y descocado, confundido y abrumado, sin entendimiento. La banda Radiohead en mis audífonos y Paranoid Android suena que suena hasta anonadar mis emociones. La música me hace borrar, olvidar y comenzar de nuevo. Hago una cruz en el aire, una coronita y unas cuantas letras; todo con el humo del cigarrillo y el agonizar de mis pulmones. Cómo adoro la playa.

Camino sobre la arena fría, aun la nieve no se termina de derretir de la tormenta de anteayer. La arena parece un dálmata con parches blancos y oscuros. Mi corazón llora y no puedo pararlo, me asfixia, me destroza. Mi mente cansada y deforme de la mano de mi espíritu se torna un torbellino entristecido. Yo no lo entiendo, pero me dejo arrastrar y envolver en los tentáculos purgatorios del destino.

El silbido de los aviones que vuelan sobre mi cabeza entrando y saliendo del aeropuerto JFK le suman nostalgia a la noche, a este relámpago angustioso. La bella melodía de las turbinas acelera mi desilusión en esta hora de catarsis y lagrimas. Sigo buscando, sigo caminando y, sigo llorando. El susurro de la espuma al contacto con la arena y mis pies desiertos me recuerda que aun estoy vivo, que queda camino por recorrer. Parece un sueño, una película de Buñuel, o quizás de Charles Chaplin en Tiempos Modernos (Modern Times). Las luces al cruzar el mar, provenientes de Far Rockaway, le brindan gloria y honestidad a este soplo de existencia. Todo es nada. Angustia sorda que me arrebata la cordura y templanza, la sonrisa y la paz. Un mal día. Ya el trabajo se ha acabado. Solo quedan sobras, banca rota y más desempleos. ¡Esta cabron!
Grito y no escucho el eco de mi voz sino el lamento de mi epiléptica emocional pues soy orgánico y no mecánico y aunque no quiera: Siento. Tomo un sorbo de mi cerveza y sigo fumando, sigo muriendo. Una vez más, otra vez más y… más. Cuantas veces tengo que morir. Cuantas veces tengo que sentir lo que estoy sintiendo. Cómo me cuesta acostumbrarme. Siempre hay algo que duele. Yo no lo entiendo. ¡Esta cabron! ¡La situación!

El frió inoportuno de la noche cala el mismito tuétano de la vida, de este momento que me desangra las arterias de la fogosidad y el verbo. Sentado sobre la arena, enciendo otro cigarro, de los que te hacen olvidar las penas un par de horas y escribirle pendejadas a las estrellas y a las musas, y de vez en cuando un reto al diablo. Escribo un mensaje en código morsa y se me olvida meterlo en la botella, y río de mi insensatez. La botella de cerveza se ha roto y prosigo a la reserva. Saco la botellita de Goose tamaño bolsillo, y me empino un vodka al seco por despecho y por que quiero. Entre tanto dolor y angustia y el va y ven de las olas, encuentro mi equipaje angustioso colgado de la estrella Polar, me acerco… despacito. Juntos, putiamos y maldecimos a la bolsa de valores, a las guerras, la economía actual y a los malos gobiernos, y luego bailamos sin sentido con la luna entrecubierta por las nubes. La sinfónica del universo es testigo de esta amargura que invade mi interior… y el de muchos. Es una noche de reflexión en los Niuyores.
Los astros y las galaxias me aconsejan paciencia, y el dolor me recomienda costumbre. Me acobijo en los brazos de la belleza del paisaje, que me rinde su amor incondicional. Y me arrojo sobre las olas y nado con todo y ropa puesta, en contra sentido. Es espinoso nadar y seguir nadando sin nunca poder llegar. Hasta la soledad me ha dejado solo, se ha hartado de hacerme compañía, le valió verga mi cariño. El dolor es bilingüe y multicultural ataca por los cuatro vientos. Pero debo ser fuerte, cómo la roca que golpea la ola, cómo Sísifo y el peñasco cuesta arriba una y otra vez, o cómo Job en el pasaje bíblico, que aun no comprendiendo nada a su alrededor, no quebranta su fe del todo. En fin, cómo Jesús en la cruz grito agonizante: “Padre, ¿por que me has abandonado?”


Marzo 11, 2009.
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