Saturday, April 4, 2009

Carta Postuma a Mi Abuelito Salvador



Hay veces que me pregunto Salvador, ¿para qué sirvieron tantas manifestaciones, tanta sangre derramada, tantas balas? ¿Para qué sirvió la muerte de Monseñor Romero? Salvador. ¿O la matanza del Mozote, los Jesuitas, las Monjas, y estudiantes por todas partes del país? ¿Por que me robaron mi juventud, Salvador? ¿Por que tuvieron que asesinar a Roque Dalton sus mismos compañeros de grupo y privarnos de uno de los mejores poetas que nuestro pulgarcito de América haya parido?

¿Para que sirvieron esos doce años de guerra entre nosotros mismos como perros y gatos peleandose por las sobras? ¡Salvador!

Para que sirvieron:


¡Tantas lagrimas de madres que perdieron a sus hijos!

¡Tanto llanto de hijos que perdieron a sus padres!

¡Tantos hermanos que perdieron un pie una mano o la cabeza!

¡Tanta lluvia de sangre y de plomo!

¡Tanta juventud castrada de vida!

¡Tantos hermanos que inmigraron, persequidos!

¡Tantas mujeres violadas y asesinadas!

¡Tanto revolucionario, Soldados y Mercenarios tirados a la garduña!

¡Tanta (Casaca, mentira) paja de la Isquierda y de la Derecha!

¡Tanto desaparecido calcinado en alguna trinchera clandestina!


¿Para qué sirvió todo eso Salvador? ¿Para que se sacrificaron mis hermanos Salvador?

Las cosas estan que arde Salvador. Sufro mucho al ver que nada ha cambiado. El terror y el miedo, todavía reina por esos lares Cuzcatlecos.

Me permito remacharle querido viejo de que no sirvió para nada Salvador. “La sociedad Salvadoreña (Y una alarmante mayoría de las sociedades Latinoamericanas) presenta un dilema muy particular. Es una sociedad que está internamente desorganizada, lo cual la pone en desventaja en cuanto a erradicar el crimen organizado, sea este perpetuado por seudo-políticos o malhechores de profesión. Hoy por hoy no se sabe quién es quién.” Imaginese usted Salvador, que ingratitud. La misma mierda de siempre. Si el Dr. Zeno Gandía (1855-1930), utiliza “La Charca” (1894), como metáfora para referirse al Puerto Rico de sus días, al yo escribir una para referirme a El Salvador de mis días la llamaría “La Letrina,” Salvador.

Ya sé que usted dirá que soy un poco pesimista y quizás tenga razón, pero déjeme decirle, de que me da ira, ver a mi país estancado en la mierda, se me rompe el corazón y la razón ver la misma historia acangrinar mi terruño adorado y el resto de América. Las cosas han cambiado Salvador pero el verdugo sigue intacto: El Hambre, la mentira, el crimen impune, la política del poderoso, la corrupción en las altas esferas que se vuelve el pan de cada día, el odio vertido contra la misma sangre, en fin, parálisis masiva y violencia copiada y desenfrenada sin atino. La situación está carbón, y aun nadie se atreve a decir nada. La libertad de expresión es tan solo una frase sin sentido, un creer en pajaritos preñados. Aquí la única libertad de que el individuo goza es para aguantar hambre, humillaciones, servidumbres, manipulaciones y la seguridad de que si habré la boca para quejarse, se le llenara de plomo y silencio.

Espero no le quite el sueño mis comentarios vernaculenses diaboliquenses sin pan ni nueces barníz o heces como voses enseñastes Salvador. Tan solo quería comunicares pa’ que entendieres lo que pasares por estos lares. Te extraño viejo Salvador. Recuerdo cuando me decías, “Cuipidapatepe popor epesopos lapadopos. ¡Jepesupus tepe cuipidepe!

¡Ipai Lopov Yupu!.” Te recuerdo Salvador por que vives dentro de mí, por que soy parte de ti. Por que a pesar del tiempo, la savia y bravía de tu verbo aun perdura en mis labios.

Paz y amor viejo.


Sipinceperapamepentepe,

Lipitopo Cupurlypi

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