Saturday, April 4, 2009

La Ultima Aventura de Tres Pies (cuento colorado)

Se besaban con furia de amantes clandestinos. Ella ya estaba al tanto de la fama de él, le decían El Tres Pies. Ella era conocida en el bajo mundo de la infidelidad como la Insaciable, le fascinaba la verga con pasión zoológica

Ella se estremecía de uña a uña mientras él maniobraba y exploraba su clítoris rojizo, húmedo y candente. Los redondos pechos de la Insaciable, con un exagerado diámetro en los pezones, no daban abasto en la boca de Tres Pies. El parecía un chivito hambriento amamantándose sin saciar. Suavemente, con tácticas lingüísticas y eróticas, bajó hasta el ombligo y se entretuvo un instante haciéndole el helicóptero apocalíptico con la lengua. Ella lo agarraba del pelo y le hablaba suciedades al oído. El se encandilaba más. Al corto rato, ya ambos al borde de una erupción involuntaria, Ella le ordenó que se pusiera de espaldas planas en el piso y prosiguió a encaramársele, sentándose en su cara sin previo aviso. Tres Pies apenas tuvo tiempo para pillar una bocanada de aire, y luego comenzó a devorar aquella ‘pusy’ como león en hambruna de jungla. La Insaciable tenía una ‘cuca’ gordita, de labios gruesos, sanitariamente bien cuidada y bastante lechosa. Tres Pies se hacía las barbas y los bigotes, y aquél líquido, siguiendo las leyes de la gravedad, chorreaba profusamente sobre su cara, su garganta y oídos. El utilizaba su lengua corriéndola verticalmente por los costados labiales con velocidad perfecta, añadiéndole sorpresivamente unos dos que tres narizasos directo al ojo vaginal que parecía llorar a cielo roto de brama semental.

Mientras tanto, la Insaciable trataba de hacer magia roja para poder abrir su boca y abarcar aquella cabeza de anaconda brasilera. No de gusto le decían el Tres Pies. Por un instante le entraron ganas de salir corriendo del miedo, pues ella nunca había tenido semejante obelisco viril entre sus manos. Dudó poder con aquellas doce pulgadas, veinte libras de carne maciza. Aquello parecía una almágana de montaña para picar rocas, larga y cabezona. La Insaciable jugaba con el tronco, mientras mala- vareaba con las manos la bolsa testicular, peluda y arrugada de Tres Pies.

Segundos más tarde, Tres Pies tiene problemas ajustándose el condón, rompe tres antes de ajustarse uno a su medida, pero el condón solo cubre menos de la mitad, a pesar de ser mega-size. La Insaciable mira preocupada su ‘panocha’, que todavía no para de mojar o quizás de llorar. Con auto-lastima y un poco angustiada se hace aun lado los cabellos púbicos para evitar alguna cortadura accidental a la hora de la embestida. Tres Pies, fiel a su nombre, sin saliva y sin vaselina le introdujo solo media testa. En ese instante, ella creía que estaba abortando o pariendo un caballo, no contuvo el grito y lo empujó hacia atrás. Jugaba a la inocente. El volvió a intentar, ella se puso una almohada en la boca y le enterró las uñas en las nalgas y los dientes en una oreja. Esta vez le entró toda la cabeza, desgarrando suavemente todo a su encuentro. La Insaciable por poco se desmaya y sintió como su ‘cuquita’ mugía estirándose, acomodando la seria clavada que estaba recibiendo. Nunca había experimentado tal dolor mezclado con placer, ni cuando perdió la virginidad. Le rogó a Tres Pies que solo le penetrara la mitad, y que dejara la otra mitad para otro día, pero Tres Pies estaba poseído y no le importó, le clavó hasta el tronco. Ella seguía haciéndose la caperucita roja, fingiendo gemidos y actuando un pudor sin sospechas. Súbito, La Insaciable creyó que le habían roto la matriz y no atinaba si se estaba viniendo o si se le vació el intestino grueso, evacuando. Disfrutaba del morbo. Al empujar a Tres Pies para que este se la sacara, se escuchó el sonido que hacen las botellas de champaña cuando las abren: poohpp, junto con un grito moribundo que alarmó al barrio. Boby, el esposo de la Insaciable que se encontraba trabajando en el segundo piso corrió a su rescate. Al arribar a la escena, encontró charquitos de sangre y semen en el piso, y a su esposa desnuda con ataques epilépticos, retorciéndose como fiera herida en la alfombra. Experimentaba orgasmos múltiples compulsivos y placenteros, aun pidiendo más, gritando: "!No huyas bandido, No huyas! Ropa masculina y tres condones rotos yacían al lado del sofá.

De repente, se escuchó un alarido tenebroso, un grito-macho de dolor muy común en torturas chinas, venía del patio. Ahí estaba Tres Pies, al lado de la calle, desnudo tratando de recuperar su pie viril que al tratar de huir brincando la marquesina se le atoró en un alambre de púa, amputándole su preciado órgano de raíz. Capado, gritaba a pulmón abierto que pusieran su pie mutilado en hielo, luego cayó desfallecido. Aquella serpiente brincaba como con vida propia sobre la grama, pero luego fue aquietándose hasta quedar cadavéricamente inmóvil. Parecía la solitaria de Goliath.

Cuentan que Tres Pies, después de este episodio fatal, has sido visto en las carrozas de feria vestido de puta, luce feliz y tranquilo. Esta hecho una mujer nueva el canijo.

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