Saturday, April 4, 2009

La Justicia Es Ciega Juanito (cuento)


¿Por que esa estatua tiene vendado los ojos con un pañuelo, sostiene una balanza en una mano y una espada en la otra? Le pregunta curiosamente Juanito a su padre mientras arrivaban frente a la Corte Suprema de Justicia. Simón, su padre, nunca se había hecho tales preguntas. Ambos se detuvieron antes de entrar, frente a la bella figura de bronce que majestuosamente adornaba la fachada del edificio, dándole aires Greco-romanos. Simón, no hallaba que contestar. Allí permanecieron por largo rato, admirando aquella agraciada figura.

-La justicia es ciega Juanito, contestó Simón, repitiendo el cliché popular.

-¿Pero si es ciega, entonces como juzga lo que no puede ver? Añadió su hijo.

Un largo silencio penetró el momento, luego Simón siguió explicando:

-Para eso tiene la balanza y para donde se incline así es el decreto. La espada es para asegurarse que su mandato es seguido al pie de la letra.

Juanito, con su revolucionaria imaginación, sequía con su interrogación, mientras Simón, carente de adiestramiento en criminología, hacia esfuerzos quijotescos por encontrar respuestas.

-Yo lo único que sé Juanito es que la Justicia es ciega. Ahora vayamos a lo que vinimos que el juez está esperando.

Simón estaba siendo acusado de robarse una gallina raquítica, un litro de leche cortada, un quintal de frijoles con gusanos, dos sacos de maíz enano y uno de arroz para pajaros, junto con veinte dólares en efectivo y medicinas genéricas para su moribunda esposa. Fue arrestado días mas tarde con las manos en la maza y, ahora asistía frente al juez que decidirá su suerte.

En su defensa, Simón confesó haber cometido el crimen cegado por la necesidad. Perdió su trabajo, con todas las prestaciones y servicios médicos, debido a la presente crisis económica mundial. También perdió su casa, después que el banco la embargara por pagos tardíos. Perdió todo, y terminó sucumbiendo a la desesperación que lo llevó a cometer el delito, que de acuerdo con los últimos términos jurídicos, es calificado de “crimen cuello sucio.” Juanito iba en función de testigo, a abogar por su padre, y tal vez, tratar de convencer al juez, el fiscal y el jurado, que su padre fue víctima de trastorno sicológico temporal, pues el hambre y la miseria ofuscaron su racional juicio.

Allí estaba Juanito, sentado al lado de Simón esperando la audiencia, intentaba levantar el recaído ánimo de su padre enfatizando que si la justicia era en realidad justa, entendería la noble causa que lo llevó a cometer el miserable robo y ofrecería una sentencia apropiada. Simón, se encomendó a Jesús y esperó su turno, pues el juez estaba a punto de dar sentencia a otro caso (crimen de cuello blanco) antes que el de él. Resulta que un famoso banquero, se había apropiado, maquiavélicamente, de cincuenta BILLONES de dólares, dejando prácticamente en la calle a miles de sus clientes. Comparando su caso con el del ladrón de profesión banquero y miles de crímenes de cuello blanco, el caso de Simón parecía robo de limosnas, las sobras que caen de la mesa del manjar. Juanito estaba casi seguro que su padre sería hallado culpable de una ofensa mínima, y por lo tanto sentenciado justamente. Siguieron esperando impacientemente con los nervios de punta.

Para la sorpresa de todos los presentes, pero no para todos los millonarios, el ladrón banquero, criminal de cuello blanco, fue encontrado inocente por falta de pruebas contundentes a pesar de las cincuenta victimas que atestiguaron en contra de él. A pesar de que miles de familias fueron embarcadas y despojadas de sus bienes por la compañía que el ladrón de cuello blanco representaba. A pesar de los pesares y de ser culpable indiscutiblemente, su súper-abogado de cien mil dólares por hora, encontró huecos en el sistema jurídico y manipuló todo a su conveniencia, presentando a su cliente como una víctima más de la crisis económica mundial y como un perfecto ejemplar y respetable miembro de la sociedad, digno de ser imitado por todo el mundo. Solo tubo que pagar una pequeña retribución y correr con los gastos del juicio, y claro, obsequiar una alta suma de dinero por debajo de la mesa. El criminal de cuello blanco salió libre, sin despeinarse y sin perder el sueño por todo el enredo que su ilimitada codicia lo había embotellado. El Juez le pidió disculpas por el mal rato guiñandole un ojo e invitandole a una partida de Golf privada. Una leve brisa de triunfo maléfico preñaba el ambiente.

Minutos en seguida se escuchó de labios del mismo juez:

-Simón Inocencio, por haber cometido un crimen de índole cuello sucio, está usted sentenciado a 10 años de prisión sin derecho a fianza por robo agravado e intento de contrabando de medicinas- Eructó el juez, sellando el destino de Simón, no sin antes descargar en contra del honrado acusado, una letanía por la falta de valores morales y malos ejemplos en la sociedad. Concluyó diciéndole, con tono profético adulterado, “Tendré que hacer un ejemplo de usted ante nuestra sociedad por que yo no tolero ninguna corrupción humana.”

En ese entonces, Juanito, que nunca fue admitido como testigo, se inclina y le susurra en el oído a su padre, “tiene razón papá, la justicia es CIEGA...” A lo que su padre contestó, " Ya no hay vergüenza en este mundo mijo, ya los valores han sido invertidos. A quien se roba una gallina le amputan la mano y a quien se roba el gallinero recibe un premio nobel."

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